El ánima de Sayula

Acabo de ver en la página de estadísticas de este blog que alguien encontró la entrada Cristo está en todos lados a través de algún buscador con la clave «cristo en el fundillo«.

¡Juar, juar! No sé si la búsqueda la realizaron con este blog en mente, o si la realizó algún cristiano sadomasoquista con fantasías sobrenaturales, pero es interesante ver los resultados, en Google por ejemplo, de tal búsqueda.

Entre los resultados se encuentra la columna Bazar de Asombros, que apareció en la Jornada Semanal del 23 de noviembre de 2003, de Hugo Gutiérrez Vega. En esta columna, titulada ese día Candorosas picardías, comenta anécdotas, costumbres curiosas y algunas coplas que aparecen en «representaciones populares, las pastorelas y las recordaciones de la Pasión y muerte de Jesucristo».

Menciona, por ejemplo, una anécdota en Zacoalco:

Hace muchos años se celebraba en Zacoalco, población vecina de Guadalajara, un desfile de carros alegóricos con motivo de la Semana Santa. Me contaba el dramaturgo tapatío Ignacio Arriola, que en una ocasión el campesino que hacía el papel de Jesucristo cayó súbitamente enfermo de diarrea. Los actores del carro alegórico improvisaron el siguiente diálogo: Soldado i: «¡Ay qué divino jedor sale del crucificado!» Soldado ii: «Sin duda se habrá cagado este divino señor.» Todos: «¡No le buigan porque es pior!»

También comenta el famoso poema El ánima de Sayula:

Apolonio Aguilar, «trapero de profesión» tan jodido como un changarrista foxiano, acata el consejo de su compadre José y va a pasar una terrible noche en el panteón para interrogar al ánima del purgatorio sobre las talegas que contienen el tesoro del camposanto. A la medianoche suenan las campanadas fatales y el ánima panteonera aparece arrastrando el sudario por el sendero pedregoso. Le sale al paso el decidido y aterrorizado Apolonio y se entabla un tembloroso diálogo: «Si tienes talegas cuántas me puedes proporcionar.» «Las talegas que tú buscas aquí las traigo colgando, ya te las iré arrimando a la puerta del fogón.» Sorprendido, el trapero protesta: «¡Por vida del rey Clarión y de la madre de Gestas, qué chingaderas son éstas, las que me pasan a mí. No teniendo más alhaja que la alhaja del fundillo, y me la pide este pillo que dice que ya murió.» Sin embargo, Aguilar sospecha: «Este cabrón es el diablo o es mi compadre José» y recomienda a todos los que vayan a seguir su ejemplo «llevar como buen cristiano, la cruz bendita en la mano y en el fundillo un tapón».

Por cierto que, en la 134a edición de Picardía Mexicana, de Armando Jiménez, aparece este poema con varios cambios. Por ejemplo, en lugar de «Las talegas que tú buscas/aquí te las traigo colgando;/ya te las iré arrimando/a la puerta del fogón…«, dice 

Esas talegas soñadas
aquí las traigo y son dos,
y dale gracias a Dios
que las cargo para ti. 

Otro cambio es la Moraleja. En lugar de «Y por vía de precaución/llévate como cristiano/la cruz bendita en la mano/y en el fundillo un tapón.«, Jiménez escribe

y para tu garantía
pon el cuchillo adelante
y sin perder un instante
repliégate a la pared.

Armando Jiménez afirma que, en realidad, nadie conoce el poema original escrito por Teófilo Pedroza a fines del siglo XIX, así que él ofrece su versión. Invito a los lectores a comparar con la edición 138 de Picardía, que es la que está actualmente en venta.

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Un comentario sobre "El ánima de Sayula"

  1. yo vivi un tiempo en Sayula y camine de madrugada siempre ignoraba que el anima de Sayula era una novela de picardía yo siempre por sus calles rezaba de miedo

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