Más charlatanería, y añejada por cuarenta años

Hace unos días, en el Museo Mural Diego Rivera, Guadalupe Rivera Marín, hija del pintor, presentó su novela Los círculos de los dioses. Esto no tendría nada interesante, si no fuera porque la nota en La Jornada inicia así:

Cuarenta fueron los años que Guadalupe Rivera Marín debió mantener en silencio una convicción que le hervía en el corazón y la mente: «En nuestro planeta hay presencia de seres extraterrestres desde tiempos muy antiguos y hasta la fecha nos siguen visitando».

Utss. La señora cree que seres extraterrestres han visitado, y siguen haciéndolo, al planeta Tierra, y que su presencia queda mostrada por los restos arqueológicos mexicanos precolombinos. El colmo de la estupidez se nota en la siguiente cita.

La escritora contó que la inquietud por el tema se remonta 40 años atrás, cuando en la sierra Gorda de Querétaro observó unas bolas de fuego que los lugareños conocen como bolas rojas, brujas o tzinziniles, esto último en otomí.

La historiadora afirmó contar con diversos elementos y testimonios documentales para asegurar que esos objetos luminosos no son sino pequeñas naves extraterrestres, las cuales, en la época prehispánica, fueron representadas como la serpiente emplumada.

No ma… Y eso no es todo. Ahora resulta que el calendario azteca es una nave espacial.

Con el apoyo de la proyección de una serie de diapositivas y fotos extraídas de un libro francés de los años 70 del siglo pasado, la hija del famoso muralista mexicano sostuvo que el Calendario Azteca o Piedra del Sol, como se le conoce, es la representación de una nave espacial, una nave nodriza.

Incluso, para argumentar esa versión, mostró una maqueta en tercera dimensión en la que esa pieza prehispánica supuestamente tiene la forma de un objeto volador del cual se derivan otros de menor tamaño.

¡Juar, juar! Tal vez se estarán preguntando cómo es que la viejita, con información tan relevante, se mantuvo en silencio por más de 40 años. No vayan a creer que ahora habla por senilidad, sino porque fue «cautelosa».

Y si lo mantuvo callado durante tanto tiempo, explica con cierto tono divertido la abogada y política, hija del pintor Diego Rivera, es porque así se lo habían recomendado varias personas para evitar que la tacharan de loca y terminaran recluyéndola en un hospital siquiátrico.

Uta, si encerraran a todos los que creen en extraterrestres, simplemente no habría espacio en los manicomios. No mamen.

Desde luego, nunca se le ocurre comentar, si «los extraterrestres nos siguen visitando», cómo es que nadie los ha visto (excepto una bola de chiflados que describen su «experiencia» a base de lugares comunes y clichés de ciencia ficción), cómo es que no participan en el arte o la arquitectura moderna, o en el desarrollo de la ciencia y tecnología actual (como supuestamente lo hacían en la antigüedad). Tal vez se volvieron muy huraños y ya nos pusieron la «ley del hielo».

Antes de discutir más, es suficiente con leer el siguiente párrafo para estimar el grado de seriedad de la tesis.

Señaló que esos seres extraterrestres proceden de Siria, e indicó que existen varios testimonios sobre ellos en diversas culturas de la antigüedad, entre ellas las sumeria e inclusive la Biblia se refiere a «la nave de Ezequiel». Mencionó también que en el Popol Vuh se habla de ellos cuando se menciona que serpientes emplumadas descendieron del cielo.

¡Juar, juar! Primero, Siria es un país en el medio oriente, por lo cual lo que venga de allá no es «extraterrestre» (aunque quede bien pinche lejos). Segundo, el que la biblia o cualquier otro libro narre cualquier historia fantasiosa sobre cosas, gente o animales volando no implica que ocurrieron, ni mucho menos que se deba a los primos de ET. Todas esas historias están basadas en creencias y supersticiones religiosas, escritas, al igual que la literatura actual, por gente con mucha imaginación.

Uta. Ya nomás falta que salgan con que los molinos de viento, que Don Quijote creía que eran gigantes, en realidad eran naves espaciales atacando la península ibérica.

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